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Atreverse a Vivir
Reflexiones sobre el miedo, la valentía y la plenitud

Miriam Subirana Vilanova

Editorial RBA 
ISBN: 978-84-7871-981-5
N. págs. 253
Formato: 216 x 142 mm

Vivir sin miedos y vivir con plenitud incrementa la calidad de vida y nos hace más felices. Porque el miedo frena e impide hacer lo que quieres hacer, no deja que tu energía fluya y debilita el bienestar y la salud en general. Además, el miedo impide la capacidad de razonar con libertad, discernir entre posibles caminos o iniciar otros despejados y nuevos.


Libérate de las influencias que te apagan, de aquellas que disminuyen tu capacidad de amar, brillar, sentirte libre y estar en paz. Son influencias externas, pero que también pueden surgir de tu interior como aquellos registros de tu pasado o de tus hábitos, o tus creencias y tu forma de pensar.


Si tu actuación está motivada por el amor, el agradecimiento, la paz o la cooperación, generas una energía que atrae lo positivo y despierta el entusiasmo y la esperanza porque estás liberándote de la paralización que provoca el miedo y empiezas a ser tú mismo, tu creatividad fluye y te sientes fuerte para aceptar, afrontar y cambiar. Puedes gozar de la plenitud ahora. ¡No desperdicies ni un instante!

 

"La Leyenda Personal es aquello que siempre deseaste hacer. Todas las personas, al comienzo de su juventud, saben cuál es su Leyenda Personal. En ese momento de la vida todo se ve claro, todo es posible, y ellas no tienen miedo de soñar y desear todo aquello que les gustaría hacer en sus vidas. No obstante, a medida que el tiempo va pasando, una misteriosa fuerza trata de convencerlas de que es imposible realizar la Leyenda Personal". "Sólo una cosa hace que un sueño sea imposible: el miedo a fracasar" (Paulo Coelho)


El miedo es un sentimiento generado por la falta de conocimiento sobre determinada situación, lugar o persona. En el miedo, uno se siente amenazado por algo real o imaginario.


El miedo es una energía que te frena y te impide hacer lo que quieres y dirigirte hacia donde quieres ir. Te bloquea en la comunicación y en la expresión de lo que quieres decir. El miedo hace que escondas, reprimas y no expreses lo más hermoso, lo más bello de tu ser.

El miedo influye en nuestra capacidad de razonar, de discernir y de tomar decisiones. Nos hace dudar, nos vuelve indecisos incluso en las decisiones más triviales de nuestras vidas.


El miedo no permite que tu energía fluya, y ello debilita tu estado de bienestar y salud general. El miedo te encierra en ti mismo y te vuelve indeciso. Es una sombra sobre tu propio ser que te impide actuar con soltura y fluidez. Reduce tu capacidad de expresión, de ser tú mismo, de afrontar y fluir en la vida. El miedo es una experiencia en la que existe ansiedad, inhibición y desconfianza. El miedo puede llevarnos a la agresividad y al cinismo, a la depresión, a la enfermedad, a la derrota, a la falta de sentido de la existencia y, eventualmente, a la muerte.


El miedo aparece a menudo en nuestras vidas en forma de estrés, preocupaciones y ansiedad. El estrés está conectado con sentir presión, sentirnos empujados, forzados, fechas límite de entrega, hacer más, etc. Tener que producir más y más, y tener que ser cada vez mejor en ello, genera tensiones y preocupaciones que surgen en la forma del miedo a no ser capaces de conseguir esos objetivos o resultados a tiempo.


Los valores materialistas de conseguir, obtener, tener, acumular, y las ambiciones, el competir y querer conseguir una posición, generan mucha presión y estrés. Cuando estamos estresados, generalmente estamos sobrecargados. Pensamos, hablamos y reaccionamos demasiado. Todo ello afecta a la mente y al cuerpo de forma negativa. Lo peor es que se convierte en un hábito, a menudo incontrolado, con lo cual el hábito sencillo de parar y relajarse no se considera un remedio. 
Algunos incluso lo consideran una pérdida de tiempo. ¡Hay que hacer y hacer y más y más, no parar! Hemos asumido actitudes estresantes como parte de nuestra vida diaria.


Cuando el estrés persiste, aparecen los corticoides, denominados incluso las hormonas del miedo. De forma continuada afectan a nuestro sistema inmunitario, haciéndonos más propensos a contraer cáncer, y favoreciendo la aparición de complicaciones cardiovasculares.


Cuando no tenemos fe en la propia capacidad de resistir a la presión o a las dificultades, nos sentimos inseguros, y desde la inseguridad se abren las puertas para que entren los miedos.


A veces, por falta de experiencia, de autoconocimiento o de desarrollo personal, no somos conscientes de todos los recursos internos de los que disponemos. Por ejemplo, cuando uno desconfía de su capacidad de flotar en el agua, se ahoga. La densidad del cuerpo permite que éste flote automáticamente. Por no creer en ello, no saberlo o aun sabiéndolo, cuando a la persona le entra el pánico, sus fuerzas de resistir disminuyen, su respiración se vuelve superficial y se hunde.