Hay una enfermedad de la conciencia a la que podríamos denominar ceguera; ceguera de nuestro ojo interior, el ojo de nuestra conciencia. El síntoma principal es la emoción. Ser emotivo es el equivalente a tener arena en los ojos, tierra que nos echamos en nuestros propios ojos. Fijémonos que, cuando somos emotivos, es como si no pudiéramos ver (percibir) y pensar claramente o tomar decisiones correctas.
La «creencia viral» que está provocando nuestro sufrimiento emocional es la «obsesión por lo mío». Surgen pensamientos como «Es mío» o «Será mío» o «Debería ser mío». Vuelve a aparecer nuestro viejo amigo: el apego. Al parecer, pocas personas reconocen que toda emoción surge de los vínculos que creamos dentro de nuestra conciencia. Solo si comprendemos que no hay nada ni nadie «mío», es decir, que «no poseo nada», podemos liberarnos y sanar la enfermedad de la ceguera causada por la emoción.
La emoción es la enfermedad más habitual de la conciencia, del «yo» que dice «yo soy», donde se origina. Tiene un efecto en el cerebro, pero no somos las víctimas de la función cerebral y lo sabemos en el momento en el que empezamos a darnos cuenta de cuándo, dónde y cómo creamos nuestras emociones, es decir, nuestras tristezas, iras, temores...
La emoción no está ni bien ni mal, simplemente es un indicio de que estamos sufriendo y su causa hay que buscarla siempre en el apego a una creencia/imagen/idea. La emoción es un mensaje vital de que estamos cometiendo algún tipo de error en nuestra conciencia.
Cuando comprendemos que solo el «yo» que dice «yo soy» permanece, no viene y se va como las personas, los objetos, el dinero, los pensamientos, los sentimientos, etc., somos libres de las emociones. Ya no lloramos cuando algo nos abandona, ya no tenemos miedo a que alguien nos deje, ya no nos enfadamos, porque no hay nada ni nadie a quien culpar, ya que no tenemos nada que perder.
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