Si estoy bien conmigo, puedo convivir bien con los demás. Esta verdad empieza a brillar a partir del momento en que tomo un rumbo más espiritual en la vida. Todas las situaciones se convierten en grandes oportunidades para probar mi nueva conciencia y, para ello, nadie mejor que las propias amistades y las relaciones más próximas.
Las personas que están en contacto conmigo se posicionan claramente según mis nuevas propuestas. A algunas les divierte mi voluntad de mejorar; otras se molestan por el éxito de mi empeño. Pocas permanecen neutrales.
Tanto el que me llama bobo como el que me desea lo mejor son mis aliados en la evolución del ser. Por una parte, quien me difama me ayuda a ver si mi esfuerzo surge, realmente, de un deseo profundo del corazón y no depende de la aprobación social. Quien me apoya me ayuda a través del poder de sus buenas intenciones.
Si tuviera que convivir solo con mis propias realizaciones y dudas, nunca podría saber si realmente estoy mejorando o no. ¿Cómo podría medir mi progreso? Si me alejo, dejaré las pruebas atrás y sin ellas es imposible ganar el diploma de mejor persona. Es en las relaciones más cercanas donde puedo evaluarme.
Así como una piedra preciosa debe ser cortada y tallada para que su verdadero brillo salga a la luz, tengo que aprender a convivir con los demás para dejar que salga todo el bien que hay dentro de mí. La vida en convivencia está repleta de cortes y tallas que, vistos con ojos positivos, la hacen brillar.
Extracto del libro:
La paz comienza contigo.
Ejercicios de paz para enfrentar las crisis
Ed. Brahma Kumaris
Ken O’Donnell
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