El estado natural del alma humana es de una expresión creativa única. Cuando nos desconectamos de nuestra seguridad eterna y comenzamos a depender de los demás para sentirnos seguros, ponemos en riesgo esa capacidad innata.
Cada vez que preguntas a un grupo de niños de cinco años quién puede cantar, todos levantan la mano gritando: “¡Yo!”. Y si preguntas quién puede bailar, de nuevo, todos levanta su mano y gritan: “¡Yo!”. Cuando preguntas lo mismo a un grupo de adultos, con suerte, uno de ellos se ofrecerá.
La inteligencia creativa no tiene que ver con ser un aclamado artista sino con vivir la vida como un arte. Se trata de expresar nuestra singularidad, con el gozo que nace de no tener restricciones externas. Hoy se nos recomienda ser “adecuados”. La pregunta que surge es: ¿Adecuados según el criterio de quién?
Por lo general gastamos una cantidad desmesurada de energía pensante en divagar cómo las cosas resultarán o no resultarán. Encogemos nuestro mundo por inseguridad y miedo, y así olvidamos el arte de vivir. Cuando somos espontáneos no pensamos tanto.
La inteligencia creativa nos reconecta con eses arte perdido. Busca predecir nuestro futuro, en armonía con nuestra más preciosa esencia. Tiene que ver con comprender la ley de la manifestación, las dimensiones y energías de la transformación, y luego usar los ocho poderes (retraerse, soltar, tolerar, aceptar, discernir, decidir, afrontar y cooperar) para despejar el camino y dejarnos llevar por el río de novedades que fluye hacia el océano de la vida.
Extracto del libro:
Las cuatro caras de la mujer.
Restaurando tu auténtico poder. Recobrando tu belleza eterna.
Ed. Vergara
Caroline Ward
Comentarios. 2