La resiliencia es la habilidad de reponerse rápidamente de los desengaños, decepciones y trastornos y no permitir que nos dominen o subyuguen.
¿Cómo perdemos nuestra elasticidad o nuestra resiliencia? Las expectativas y deseos de obtener resultados particulares en las diferentes situaciones es algo que reduce nuestra resiliencia. Cuando nos aferramos a esas expectativas acabamos en una posición de debilidad que nos hace sentir vacíos. Entonces, si las cosas se tuercen, nuestras mentes entran en un ciclo de contrariedad y malestar y no sentimos que podamos hacer nada para detenerlo.
Para edificar la resiliencia, primero tenemos que observar y descubrir por qué queremos algo. Pregúntate: ¿por qué quiero esto? A medida que surjan respuestas, sigue haciéndote la pregunta y descubriendo nuevas capas. Finalmente, averiguarás que la causa última es que eso que quieres te va a traer paz, amor o felicidad.
Esta paz, amor y felicidad que queremos son, de hecho, los principales factores de motivación detrás de prácticamente todo lo que hacemos. Cuando somos niños, experimentamos estas cualidades de forma natural. A medida que crecemos, nos alejamos de esa experiencia. Aprendemos a creer que la paz, el amor y la felicidad son productos que, de alguna manera, tenemos que conseguir o comprar ahí fuera. Nos olvidamos de que nosotros somos eso: paz, amor y felicidad.
Podemos reconstruir nuestra resiliencia enfocándonos en nuestra paz, amor y felicidad interiores. Siéntate en silencio y reflexiona y medita sobre la paz, el amor y la felicidad. Cuanto más incrementes tu experiencia de estos estados internos del ser, más se convertirán en tu estado natural, que a su vez, influye en tu manera de pensar.
Finalmente, podemos desarrollar tal resiliencia que, al afrontar el desengaño o la decepción, seamos capaces de permanecer alegres y descubrir el beneficio en aquello que previamente hubiéramos experimentado como un importante disgusto.
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