Saber perdonar

La habilidad de perdonar a los demás depende de cuán sinceros seamos con
nosotros mismos. ¿Acaso nuestro viaje por esta vida ha sido de pureza,
perfección y limpieza, sin un pensamiento, palabra o acción erróneos? Si nos
vemos con sinceridad, ¿cómo no perdonar a los demás? Cuando aceptamos
nuestras deficiencias desaparece nuestro enojo hacia otros. Todos hemos
actuado erróneamente en el pasado, ya sea por no haber sabido lo que era
correcto o movidos por el miedo o la falta de comprensión.

Cuando examinamos el pasado, solemos arrepentirnos de muchas cosas que
dijimos o hicimos. Una vez que ha pasado el tiempo y que adquirimos una
mayor comprensión nos damos cuenta de lo que es correcto y podemos
empezar a rectificar. Con el simple deseo de hacerlo iniciamos el proceso de
perdonarnos a nosotros mismos. Para que el proceso continúe debemos
perdonar a los demás. No es posible condenar a los demás y disculparnos;
esto es hacer trampa, y un auto-engaño. El poder de perdonar surge de la
compasión.

El perdón hace desaparecer la necesidad de demostrar que tenemos razón y
nos permite eliminar la indignación debida a supuestas injusticias. Si no
aprendemos a perdonar, el resentimiento nos envenenará. Aquellos que no
perdonan, que insisten en interpretar el papel de jueces, deberán esperar lo
mismo a cambio; ¿cómo podría ser de otra manera?

Cuando no perdonamos llevamos una doble carga: tanto el resentimiento por
la injusticia cometida por otros como la oculta realidad de nuestra propia
injusticia. El perdón nos libera de esas amargas emociones. Perdonar
significa ser compasivo y avanzar pacíficamente sabiendo poner un punto
final en nuestra mente y en nuestro corazón. Perdonar es un signo de
sabiduría espiritual.

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