Casi todo el mundo parece admitir que el verdadero amor es incondicional. Lo cual significa que casi todo el mundo sabe, en lo más profundo, que el verdadero amor no pone ninguna condición para cuidar y compartir ni para dar en ninguna de sus formas.
El amor recibe, pero no toma. Tal vez no concuerde ni apruebe, pero siempre acepta. Es la base de nuestra capacidad para discernir lo verdadero de lo falso, pero no juzga al otro. Presta atención a “dónde” “haces” tu recibir, aceptar y agradecer, y verás que el amor surge como tu “yo”. Y, así como no puedes ver a tu “yo”, te darás cuenta de que tampoco puedes ver al amor, sino solo su expresión y su efecto.
Igual que la electricidad, el amor es invisible, pero, si tocas con tu mano un cable pelado por el que pasa electricidad, sentirás el impacto de una corriente eléctrica. Atrévete a desnudar tu “yo”, a abrir tu “yo”, a eliminar todo lo que colocas entre tu “yo” y los demás, atrévete a dar incondicionalmente de ti, y es probable que tanto tú como quienquiera que esté en tu presencia sientan el impacto de la energía incondicional de la vida misma, ¡que es el amor!
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