La tolerancia se basa en ir más allá de las cosas superficiales que nos separan. Es el resultado de estar en sintonía con uno mismo y llegar a conocer tu propio ser; no significa simplemente dejar una cosa como es, es decir, la habitual actitud de “sonríe y aguanta”. La tolerancia espiritual te permite afrontar una crisis y te ayuda a resolverla, porque es de un orden superior, o de un poder superior, al de la intolerancia, el ego, o la ira.
Si sé tratar con mi ego, entonces puedo superar mi propia ira; si mi propio ego no se interpone en mi camino, puedo afrontar cualquier cosa. Si no, sucede lo mismo de siempre: tú contra mí, yo contra ti..., intolerancia. Tolerancia significa que soy capaz de responder a la situación con entendimiento, cuidado y compasión.
Si soy generoso y honesto de corazón y me preocupo por las necesidades de los demás, entonces me siento lo suficientemente lleno como para dar. Cuando uno se conoce a sí mismo de esta forma, puede conocer a los demás. “Deberían comprenderme” se transforma en “debería comprender”. No se trata de que “ellos deban cambiar”, sino de que yo “les dé lo que necesitan”. Así aumenta la paciencia, la paz y la madurez, y con ellas la tolerancia.
Donde hay sentimientos de amistad y amor, las dificultades se superan. Tolerar algo es una demostración de buena voluntad, de proponerse ser cooperativo y trabajar para la resolución. La tolerancia gana el corazón de los demás, y trabajar para conquistar el corazón de los demás es lo que traerá felicidad a mi vida.
La tolerancia espiritual cultiva un tipo de sabiduría innata que no se encuentra en los libros. Vuélvete hacia ti en silencio y llénate de la herencia que te ha dado Dios. Recuerda siempre que no tienes que demostrar nada. Todo lo que sea verdad, acabará por revelarse de todas formas.
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