Por unos momentos reflexiona sobre la belleza de la calma y piensa para tus adentros: “La calma es mi estado natural, mi verdadera naturaleza. No solo tengo calma, soy calma”.
Puedes visualizar lo agradable y armonioso que es conversar con tus conocidos y familiares, practicando la humildad y el desapego. Compartiendo tu punto de vista sin aferrarte, sin rigidez. Piensa en lo hermoso que es compartir tus ideas, libre del deseo de convencer y de demostrar que tienes razón.
La belleza está en el diálogo, en intercambiar perspectivas, en enriquecer las tuyas con las aportaciones valiosas y significativas de los demás. No hay ningún motivo por el que discutir. Nunca lo hay, en realidad.
Deja que la calma se asiente en tu corazón, que los sentimientos de paz y los buenos deseos fluyan hacia todos tus seres conocidos y, gradualmente, hacia todos los seres del mundo. Los sentimientos de paz son ilimitados. Así como el sol no discrimina a quién iluminar, tu corazón tampoco discrimina a nadie, tus sentimientos de paz son para todos.
Extracto del libro:
Arquitectura de la calma
Una guía práctica para encontrar la serenidad y el equilibrio interior
Ed. Luciérnaga
Vicenç Ajujas y Guillermo Simó
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