«¿Cómo puedo entrar de nuevo en contacto con mi naturaleza original?». Después de toda una vida, lo que parece ser una existencia llena de miedo, ira y tristeza, ¿cómo puedo verme, ahora, como el ser sereno que siempre he sido? ¿Cómo puedo saber que mi verdadera naturaleza es serena y que mi corazón espiritual es una fuente de paz?
Al emprender el viaje meditativo dejo de concentrarme en el mundo exterior durante un tiempo para mirar en mi interior. Al sumergirme en mi propia conciencia, consciente de lo que ocurre en mi interior, me encontraré con algunas distracciones que intentarán impedir que progrese; recuerdos de experiencias pasadas, deseos y preocupaciones por el futuro; voces de las muchas ideas aprendidas en la infancia; y otras más sutiles, pensamientos y sentimientos configurados por la identificación con objetos, personas y lugares, es decir, con todo aquello que no soy.
El secreto para superar todos los obstáculos es volver a mi corazón, a mi paz interior. Probablemente este sea el secreto más importante para no apegarme a ninguno de esos fenómenos; aprender a no apegarme a mis pensamientos, a distanciarme de ellos y limitarme a observarlos. Igual que no puedo vaciar el andén de viajeros sólo porque yo vaya a subir al tren, tampoco puedo vaciar la mente de todos los pensamientos solo porque quiera ir allá donde reside mi paz interior.
He de recordar que no soy mis pensamientos, ni mis sentimientos, ni mis recuerdos, ni ninguna de las voces que oigo en mi cabeza. Todas estas distracciones no son yo, solo son mis propias creaciones. En realidad, representan el andén lleno de personas desconocidas. Tengo que recordar que, en este momento, el futuro no me produce la menor preocupación ni miedo, ya que estos fenómenos no son más que unos fantasmas que habitan en un imaginario futuro; y yo no soy un fantasma, sino un ser muy real que solo vive en el presente, en el ahora.
Así pues, al empezar a meditar, debo prepararme para no apegarme a ningún antiguo pensamientos o recuerdo que surja en mi mente, dejo que llegue y se vaya; puedo decirme, de vez en cuando: «Ahora voy a volver al estado de paz que yo soy». Mi mente se irá aquietando cada vez más; como si en el andén de mi conciencia hubiera corrido la voz de que no pienso pararme a charlar con nadie. Antes de que me dé cuenta, estaré en paz, en calma, me habré convertido en la paz que soy.
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