La verdadera tolerancia nos hace flexibles, y cuando somos flexibles podemos adaptarnos a cualquier cosa o persona y mantener el bienestar. La capacidad de doblarse sin romperse, como la del árbol repleto de frutos, está ligada a la cantidad de tolerancia que podemos crear. Cuando somos totalmente flexibles, tenemos la capacidad de adaptarnos o amoldarnos a las situaciones y personas más inesperadas, negativas y difíciles.
Adaptarnos y amoldarnos significa liberarnos de las antiguas cicatrices, aversiones y prejuicios hasta que desaparezcan del todo y no quede ni rastro de ellos. En ocasiones puede que nos adaptemos exteriormente pero que interiormente acumulemos heridas y errores, reales o imaginarios. Este almacén interno envenena cualquier posibilidad de reconciliación o de reparación de agravios pasados.
Si reconectamos con lo esencial de nuestro interior, la paz, el amor y la pureza con que nacemos; nos conectamos a nuestras raíces, a la esencia del ser, podremos adaptarnos a cualquier eventualidad, sanar las relaciones más enfermas y reunir a las personas más dispares, “sin dejar de ser yo”.
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