El puente entre nuestro estado del ser y el comportamiento violento hacia los demás es la actitud. La violencia hacia los demás proviene de actitudes creadas a través de la violencia hacia uno mismo:
- Criticismo.
- Celos.
- Deseo de demostrar valía.
- Deseo de reconocimiento y respeto.
- Necesidad de controlar a los demás.
- Explotación.
- Egoísmo.
- Impaciencia.
- Deshonestidad.
Desarrollar tales actitudes dentro de la familia, el lugar de trabajo, la comunidad, entre naciones o hacia nuestro entorno conduce a una cultura global de irrespetuosidad.
Pensemos en una persona de la que sentimos que no nos respeta. Prestemos especial atención a mostrar respeto hacia esa persona y veremos cómo cambia nuestra relación.
No-violencia
Si la falta de respeto es un aspecto inherente a la violencia, entonces la no-violencia se fortalece mediante el cultivo del respeto completo hacia el ser, hacia los demás y hacia nuestro entorno. Las actitudes no-violentas fomentan tal respeto. Incluyen:
- Una visión de igualdad: todos somos almas, hijos de un Padre Espiritual, aunque el traje del cuerpo sea diferente y peculiar para cada uno.
- Generosidad.
- Amor.
- Escucha.
- Alegría al ver el progreso y el éxito de los demás.
- Paciencia.
- Honestidad.
También es importante desarrollar una actitud de depositario hacia todas nuestras pertenencias y relaciones. Si usamos algo con motivaciones egoístas, finalmente nos traerá infelicidad. Ser un depositario significa ser honesto y tener una conciencia clara, y usar todo de una forma digna y valiosa, para el beneficio del ser y del mundo. Esta actitud genera como resultado un estado de felicidad y paz interior.
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