Mientras continúas volando...

 

La humildad es la madre de todas las virtudes.
¿Te parece que es así? Piensa en ello.
Si posees todas las virtudes excepto la humildad,
serás un ser humano virtuoso arrogante de sus virtudes.
Sin embargo, si eres virtuoso y humilde,
serás una encarnación de lo divino.

 

La auténtica humildad no debe confundirse con la baja autoestima. Compartiré un secreto muy personal contigo: Así como nunca trataré de controlar a nadie, tampoco permitiré que nadie me controle. Así como nunca forzaré mi voluntad ante nadie, tampoco dejaré que nadie fuerce la mía. Esto no es arrogancia. Es amor propio, el poder de la humidad.

El ego tampoco va a desaparecer, así como así. De hecho, te seguirá a todas partes. Incluso en esas meditaciones llenas de luz. Estarás ahí sentado y de repente aparecerá este o aquel pensamiento proveniente de tu ser limitado, y te arrastrará en un segundo. Si te ocurre significa que sigues estando a merced de influencias de un orden menor. Es una señal del ego.

En realidad, siempre que sientas una influencia negativa, interna o externa, el ego será el causante. El ego es muy sutil y por eso no resulta fácil detectarlo. Trabaja de forma subterránea, minando los cimientos de tu verdad. Todo, absolutamente puede henchirlo: Comentarios y críticas; todo tipo de circunstancias y situaciones; cualquier cosa puede dispararlo.

Sin embargo, si te mantienes alerta y diriges la atención a ti mismo, serás capaz de mantenerte humilde. Serás capaz de recordar que todo lo que ocurre es una prueba. Estás siendo probado en tu determinación de no permitir que nada te toque las alas.

Ten cuidado a la hora de usar ojos y oídos. Háblales. Di a tus ojos: “¡Así es como debéis mirar!”, y a tus oídos: “¡Eso no tenéis que escucharlo!”. Mantén tu amor propio recordando que no permitirás que el ego te alcance, que vas a mantenerlo a raya. Mientras continúas volando...

Extracto del libro:
Las alas del espíritu.
Liberar la identidad espiritual
Ed. HCI
Dadi Janki

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