Si no podemos discernir cómo afectan nuestros actos a los demás, cómo nublan nuestra mente los malentendidos y maneras habituales de comportarnos, no podremos mejorar y, entonces, volveremos a caer en la trampa de discriminar y juzgar.
Muchas veces no «vemos» al ser y, por consiguiente, perpetuamos ciclos de conflictos, rencor e infelicidad, tanto en nosotros como en quienes nos rodean. Lo que no podemos ver no podemos cambiarlo, por lo que la situación empeora.
El esclarecimiento o el clic de algo que se enciende significa la visión o el discernimiento de la realidad. Con este cambio de conciencia nos liberamos enormemente de los miedos, las dudas y la fluctuación del pensamiento que pueden paralizar nuestras vidas.
Uno de los principales beneficios del discernimiento es que revela la fuente de nuestra fuerza interior, de nuestra fortaleza, lo que significa no tener que recurrir a la ira, las comparaciones, las etiquetas y las amenazas frente a la oposición o ante una situación difícil.
En lugar de ello, reconocemos, a través de la humildad, la medicina espiritual que debemos emplear: bondad, aceptación, desapego; y esto nos sana a nosotros y a las vidas de aquellos con quienes estamos conectados.
La apertura que proviene de la humildad va acompañada del respeto por nosotros mismos, por los demás y por las situaciones nuevas. Así, se protege tanto al ser como a la integridad de cualquier acción.
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Om Shanti.