por Shireen Chada
Todos queremos ser felices, pero para lograrlo debemos entender precisamente qué es la felicidad.
Sorprendentemente, no somos muy precisos a la hora de predecir lo que nos hará felices y no somos conscientes de cuánto durará esa felicidad. También somos poco expertos a la hora de predecir cuánto durará nuestra tristeza. Las investigaciones han demostrado que si sucede algo que consideramos que cambia nuestra vida, ya sea de manera negativa o positiva, entonces nuestro estado emocional volverá a lo que podría llamarse nuestra línea base de felicidad interior en tres meses. En otras palabras, tenemos una felicidad básica. Así, por ejemplo, si nos toca la lotería, estaremos encantados, pero después de tres meses habremos vuelto a nuestra felicidad inicial, aunque con un saldo bancario mayor. De manera similar, si nos diagnostican una enfermedad que requiere cirugía, podemos sentirnos devastados, pero tres meses después habremos “recuperado” nuestra felicidad base inicial.
Buscamos la salud porque creemos que estar sanos nos hará felices, pero las investigaciones han demostrado que, de hecho, es la felicidad lo que nos hace saludables. No hay nada tan nutritivo como la felicidad. Perseguimos el placer o las cosas físicas para hacernos felices, pero tres meses después volvemos a nuestra línea de felicidad base, por lo que empezamos de nuevo, buscando otra experiencia placentera. Sin embargo, curiosamente, si encontramos, por ejemplo, que un crucero alrededor del mundo nos hizo felices y nos hizo embarcarnos en otro para sentir lo mismo, descubrimos que la segunda o tercera experiencia nunca es la misma y nunca causa el mismo grado de felicidad que la primera experiencia. Varios aspectos de repetir la experiencia nos irritarán o nos causarán aburrimiento.
Para elevar la línea base de nuestra felicidad, debemos buscar significado y propósito en nuestras vidas. Aquí es donde entra en juego la espiritualidad, que ofrece un camino de iluminación y crecimiento personal. Al reflexionar sobre las verdades eternas, podemos trascender los placeres fugaces del mundo físico y acceder a una dicha más profunda y duradera. A diferencia de las verdades físicas que cambian con el tiempo, las verdades espirituales permanecen constantes y ofrecen una fuente eterna de felicidad. Hay muy pocos conceptos espirituales y verdades eternas. Una de ellas es que soy un alma. Yo siempre existo; Soy un ser espiritual, consciente y liviano, y nunca muero. Sentiré gran felicidad cuando tome cinco minutos para reflexionar sobre esta verdad. Si puedo aumentar eso a diez minutos, la felicidad aumentará tres veces más, y si paso media hora reflexionando sobre el alma, mi alegría se multiplicará por diez. La felicidad sigue creciendo y luego nuestra felicidad básica comenzará a aumentar. Ésta es la alquimia de la felicidad. Yo, el alma, también necesito pertenecer. Sabemos por experiencia que no podemos pertenecer físicamente a nadie para siempre porque nos abandonará de una forma u otra. Necesitamos pertenecer a algo eterno. Necesitamos pertenecer al Alma Suprema, la fuente de amor y paz ilimitadas. Este es el segundo concepto espiritual, y reflexionando sobre este Ser Supremo a través de una conexión por medio de la meditación, nos traerá la dicha de pertenecer a El océano del amor. Seamos como seamos, seamos lo que seamos, nosotros pertenecemos al Alma Suprema. Sin embargo, debemos seguir recordándonos nuestra espiritualidad para mantener esta conexión y también es necesario que adoptemos ciertos comportamientos. El sol físico brilla todo el tiempo, pero si me siento en casa con las cortinas cerradas, no sentiré la energía de los rayos del sol.
Necesito ponerme al alcance de los rayos del sol. De la misma manera, para establecer una conexión profunda con el Alma Suprema, necesito saber cómo hacerlo y necesito usar mis pensamientos en beneficio de los demás con buenos deseos y bendiciones, y usar mi cuerpo y mis riquezas de manera consistente y coherente con estos deseos puros. Finalmente, investigaciones recientes han descubierto que aunque la mayoría de las personas piensan que los problemas en nuestro mundo están creciendo y aumentando, tienden a responder que les va bien cuando se les pregunta sobre sus propias vidas. Nuestro mundo está formado por individuos, por lo que deben ser los individuos los que contribuyen a los problemas, pero la mayoría de nosotros no reconocemos que podríamos ser parte del problema.
Para ayudar a la sociedad, necesitamos hacer cambios en nuestras vidas y encontrar nuestro propósito y significado.
Podemos hacer esto cuando encontremos nuestro clan o tribu espiritual, cualquiera que sea ese clan o tribu espiritual. Todos tenemos algo que dar, ya sea tiempo, un talento, una habilidad o ayuda financiera. Podemos servir de muchas maneras. Al hacerlo, no sólo contribuimos seriamente a la sociedad, sino que nuestra línea de felicidad básica aumenta, ya que sentimos un sentido de propósito y satisfacción en nuestras acciones. Una cosa que todos podemos hacer es ver a quienquiera que encontremos como un ser espiritual puro, un alma eterna que pertenece a Dios, y darle buenos deseos y sentimientos puros. Experimenten con esto y observen cómo aumenta la felicidad básica.
Shireen Chada, es la Coordinadora del Centro de Meditación Brahma Kumaris en Tampa, EE. UU.
THE DAILY GUARDIAN 13 DE ABRIL 2024 Nueva Delhi